Sesión 4. 20/2/2025

 Las competencias se entienden como la capacidad de aplicar conocimientos, habilidades y actitudes para resolver problemas en distintos contextos. A diferencia de la simple acumulación de conocimientos, su evaluación es más compleja, ya que no se limita a la memorización de datos, sino a la observación de su aplicación en la práctica. Esto ha generado diversas críticas, como la dificultad para medirlas de manera objetiva o la percepción de que reducen el nivel de exigencia en la educación. En algunos sectores, como en Cataluña, ha existido una oposición significativa al enfoque competencial. Además, se señala que este modelo puede restringir la labor docente a un enfoque meramente técnico, reduciendo su rol a la ejecución de acciones concretas. También se cuestiona la idea de que las competencias sean el único fin educativo, ya que pueden existir otros objetivos igualmente relevantes.

Uno de los riesgos asociados a este modelo es que las competencias tienden a segmentarse en respuestas específicas y observables en contextos concretos, lo que podría limitar su aplicabilidad a situaciones más amplias y complejas.

Existen dos grandes desafíos a la hora de redactar competencias. El primero es el problema del "efecto matrioska": una competencia puede ser formulada con distintos niveles de amplitud, pero sigue siendo una competencia siempre que cumpla con su definición. Esto genera confusión, ya que el tamaño o el nivel de especificidad de la competencia no deberían alterar su esencia. Del mismo modo, el currículo puede presentarse en diferentes escalas sin perder su función. El segundo desafío radica en el equilibrio entre las dimensiones de una competencia: cognitiva, instrumental y actitudinal. Dependiendo del tipo de competencia, una de estas dimensiones puede ser predominante, pero las otras siempre estarán presentes en alguna medida.

Para estructurar correctamente una competencia es necesario considerar tres elementos esenciales:

  1. El verbo o sustantivo de acción, que define el tipo de habilidad o conocimiento que se espera desarrollar.
  2. El contenido o el objeto de la acción, es decir, sobre qué se aplica dicha habilidad.
  3. El contexto o las condiciones, que determinan el entorno en el que se lleva a cabo la competencia.

Según la taxonomía de Bloom, el aprendizaje se organiza en tres planos: cognitivo, psicomotor y afectivo. Bloom inicialmente planteó que estos aprendizajes podían desarrollarse de manera independiente, aunque en la actualidad se considera que están interconectados y que cualquier proceso de aprendizaje involucra elementos de los tres.

Dentro del plano cognitivo, la taxonomía de Bloom establece seis niveles de aprendizaje progresivos: conocimiento, comprensión, aplicación, análisis, síntesis y evaluación. Este modelo permite estructurar las competencias de manera escalonada, asegurando un desarrollo progresivo del pensamiento crítico y la capacidad de resolución de problemas.

En definitiva, el enfoque competencial busca transformar el modelo educativo, pasando de una enseñanza basada en la simple transmisión de conocimientos a una educación centrada en el desarrollo integral del estudiante, preparando a los ciudadanos para afrontar los desafíos de una sociedad en constante evolución.

Comentarios

Entradas populares