Sesión 10. 3/4/2025.

 En esta sesión hemos trabajado el concepto de evaluación formativa y cómo se diferencia de otras formas de evaluación dentro del aula. Comenzamos analizando un boletín de notas como los que reciben habitualmente las familias, en el que aparecen las asignaturas y las calificaciones obtenidas por el alumnado, ya sea por trimestres o como promedio final. A través de esta herramienta, podemos ver el rendimiento global, aunque no necesariamente nos da información precisa sobre el proceso de aprendizaje seguido por el estudiante.

Hablamos también sobre la importancia de ir más allá de las simples correcciones con tics o cruces, ya que aunque indican si una respuesta está bien o mal, no aportan información sobre qué ha fallado ni cómo mejorar. En este sentido, las rúbricas son un instrumento útil, siempre que se usen correctamente. No es lo mismo señalar que “falta la introducción” que decir “falta la introducción porque no se ha contextualizado el tema”, lo cual aporta al alumno una guía clara de mejora.

Reflexionamos sobre los conceptos de evaluar y calificar. Evaluar implica un proceso continuo, basado en la recogida de información sobre el aprendizaje, que nos permite emitir un juicio y tomar decisiones para mejorar la enseñanza. En cambio, calificar es una acción puntual: traducir ese juicio en una nota numérica o letra.

Esto nos llevó a diferenciar dos tipos de evaluación:

  • Evaluación formativa, con un enfoque pedagógico, regulador, comunicador y que acompaña el proceso.

  • Evaluación sumativa, con carácter certificador, comparativo y de control, centrada en el resultado final.

Una idea clave que abordamos es que evaluar debe ser un proceso constante y global, no algo que se haga un solo día ni que se limite a una prueba escrita. En el aula, observamos a nuestros alumnos continuamente: su comportamiento, participación, trabajos, cuadernos o pruebas escritas forman parte del proceso. Esta información nos ayuda a construir una visión más completa de cada estudiante y nos permite realizar una evaluación justa y adaptada.

Comentamos también que la evaluación no debe utilizarse para comparar entre alumnos, sino para ver si cada uno cumple con los criterios establecidos en el currículo. Según el propósito de la evaluación, podemos distinguir tres tipos:

  • Diagnóstica, para conocer el punto de partida.

  • Formativa, para guiar el proceso.

  • Sumativa, para valorar el resultado final.

En la evaluación formativa, es fundamental proponer actividades que permitan ver el progreso real del alumnado. Si las tareas son demasiado fáciles, no podremos observar evolución; y si son demasiado difíciles, no sabremos cómo orientar la mejora.

Tras esta sesión, me doy cuenta de que evaluar es mucho más que poner notas. Es un proceso complejo que implica observar, analizar y decidir, siempre con el objetivo de ayudar al alumno a mejorar. Me parece muy importante que como futuros docentes tengamos en cuenta que la evaluación debe servir al aprendizaje, no ser solo una forma de clasificar.

Además, he comprendido que no se trata solo de aplicar instrumentos de evaluación, sino de cómo los usamos y con qué finalidad. Las rúbricas, los comentarios, las observaciones diarias… todo ello puede convertirse en una herramienta valiosa si se orienta bien.

Esta sesión me ha hecho reflexionar sobre la necesidad de adoptar una mirada más integral y humana hacia nuestros alumnos y alumnas. Cada uno tiene su ritmo, sus dificultades y sus fortalezas, y como docentes debemos estar atentos y comprometidos con su proceso, no solo con su resultado. Para ello, necesitamos tiempo, herramientas, pero sobre todo, actitud crítica, observación constante y un enfoque pedagógico centrado en el crecimiento.

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